OPINION |
PROYECTOS INNECESARIOS
Torre financiera y cinta costera
LAURA CANDANEDOopinion@prensa.com
Los dos proyectos deberían sacarnos de este sopor de deficiencia mental, inducida por las tonterías habladas, programadas y ejecutadas, diariamente, por aquellos que están a cargo temporalmente del Estado y por sus seguidores.
Ambos proyectos son típicos de nuevos ricos sin ninguna cultura. Utilizan las palabras progreso y primer mundo, sin conocer su significado. Las características principales del país desarrollado son las instituciones democráticas fuertes, la buena sanidad, la esperanza de vida y la calidad de los servicios: suministro eficiente de agua, electricidad, transporte en todo el país, alcantarillado, buen estado de calles y aceras, edificios públicos limpios y bien mantenidos, escuelas en buen estado, correo eficiente, amplios espacios públicos para el esparcimiento de los habitantes y visitantes.
Son, precisamente, los aspectos de bienestar humano y alto standard de vida de un país los que lo hacen de “primer mundo”, no un grupo de edificios privados, con varios pisos de altura.
¿Tenemos alguna de esas características? No, ninguna. El olor de la ciudad de Panamá es de aguas negras, no solo al borde de la bahía. ¿Cuántas áreas están sin agua potable? ¿Es eso progreso?
Algo urgente en nuestro país son los acueductos, las escuelas (¿no es obvio que si hay doble turno, es porque no hay suficientes?) y todo lo ya descrito. ¡Cuánto mejoraría esto la vida de tantos panameños!
¿Es la torre financiera un proyecto privado, en terrenos del Estado y promovido por funcionarios estatales? Si tiene un hotel, oficinas bancarias, ¿es casualidad que el principal y ferviente promotor de este proyecto sea el ministro, banquero, hotelero, del Ministerio de Economía y Finanzas?
¿Por qué trasladar de lugar el Hospital del Niño, cuando las instalaciones hospitalarias son tan caras?, eso trae derroche y desperdicio. Dañar lo poco que queda de patrimonio histórico es inaceptable; por un relleno para una urbanización a la que llaman “cinta costera”, dándole primacía a esos proyectos sobre todas las necesidades del país.
Todo huele a delito. Imposible, además, que esos seres entiendan el valor de la historia. ¿Cuántos acueductos y escuelas en todo el país pueden construirse con mucho menos del costo de estos proyectos? La capital absorbe casi todo presupuesto, mientras el interior del país queda convertido en basura.
Requerimos una protesta general para detener todo proyecto que no tenga carácter de urgente. Nada de solicitudes y diálogos. Jamás entenderán.
Se requiere obligar a quienes están a cargo del Estado a trabajar para construir prioridades. Cada panameño tiene que parar ahora los desenfrenos de los gobiernos ineficientes y corruptos. Por nuestra pasividad, estamos creando un país violento e inseguro. Ya lo estamos viviendo.
El país no es propiedad del Presidente, de la Asamblea, de los ministros, de los donantes en las campañas ni del rector de la Universidad de Panamá; es propiedad de todos y tenemos la obligación de hacerlo habitable y seguro. La seguridad solo va ligada al orden, a los derechos reales y a una buena distribución de la riqueza.
Y que no tomen la bandera personajes del anterior gobierno, pues ellos acuñaron la frase: “primer mundo”, se regalaron propiedades públicas, promovieron el irrespeto a las normas de desarrollo urbano ya establecidas y propiciaron todo tipo de corrupción.