PANORAMA |
DISCRIMINACIÓN. REACCIÓN SOCIAL.
‘La marcha de las putas’
Organizaciones feministas del mundo buscan dejar en claro que la vestimenta de una mujer no justifica ser abusada o acosada sexualmente.
reivindicación. Protestan contra el ‘femicidio’ y el acoso sexual, en la ‘marcha de las putas’, en Tegucigalpa, Honduras. Xinhua/Rafael Ochoa |
ansamaniego@prensa.com
No es desconocido que a la mujer víctima de violencia sexual se le juzgue por su manera de vestir o de actuar. Tampoco es extraño que la sociedad (hombres y mujeres) culpe a las féminas de haber provocando al hombre, quien interpretó por su vestimenta que se trataba de una invitación sexual, por lo que no tuvo más remedio que aceptarla.
Estos planteamientos parecen una aberración del siglo pasado, pero en pleno siglo XXI aún se verbaliza este tipo de pensamiento. Incluso en medio de un seminario en la Facultad de Derecho de Osgoode Hall, en Toronto, Canadá, sobre cómo se puede escapar de la violencia sexual.
Fue un policía quien expresó que “las mujeres deben evitar vestirse como putas para no sufrir violencia sexual”, lo que provocó una avalancha mundial de críticas.
Michael Sanguinetti fue el autor de tan desacertada afirmación que provocó la movilización de muchas mujeres y también de hombres para reivindicar la libertad de la mujer a vestir como quiera, y dejar claro que lo que es un derecho no debe jamás justificar el acoso o abuso sexual.
Las palabras de Sanguinetti se han propagado como pólvora en las redes sociales –Facebook y Twitter– desde abril pasado, llevando a la primera marcha en Canadá, durante la cual miles de mujeres se vistieron como “putas”, y gritaron consignas como “no es no”, “ni santa ni puta, solo mujer”.
Según el diario El Mundo, son varios los países que han celebrado “la marcha de las putas”, entre ellos Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Australia.
Esta movilización ha seguido por América Latina en Nicaragua, Honduras y Brasil.
La última marcha fue el pasado 26 de junio en Puebla, México. Ahí los hombres apoyaron la iniciativa y salieron a la calle vestidos de mujer, con carteles que decían “putos apoyando putas”. Las mujeres, vestidas con blusas escotadas, anunciaban: “tengo calor, no te estoy coqueteando”.
“Ni vagina ni pechos, solo mujeres que exigen sus derechos”, “no soy una vagina ambulante, sino una persona”, eran algunas de las frases de los carteles.
Este mes la marcha está convocada en Argentina, y llegará hasta el Congreso Nacional para pedir por la pronta sanción del registro de violadores, según indica el movimiento feminista en Facebook.
En Panamá no se descarta la posibilidad de realizar “la marcha de las putas”. El primer llamado lo hace Carmen Lizárraga, miembro de la Central Nacional de Trabajadores de Panamá.
“Las mujeres panameñas de diversas organizaciones debemos unirnos todas contra la discriminación, y mostrar el rechazo a los comentarios del policía canadiense”, dice.
Para Lizárraga, el movimiento quiere dejar claro que no importa la vestimenta, el lugar ni la compañía; nada justifica la imposición de relaciones sexuales o el acoso sexual.
Las organizaciones del mundo que apoyan la iniciativa coinciden en que lo que se busca con el nombre de la marcha es revertir el significado de una palabra fuerte, como “puta”, usualmente utilizada como insulto para descalificar a las mujeres.
Un movimiento con justificación
La subdirectora del Instituto Nacional de la Mujer (Inamu), Toribia Venado, señaló que cuando este tipo de manifestaciones surgen, se debe buscar el porqué, debido a que la mayoría de las veces están relacionadas con la violación a los derechos humanos. Venado calificó como inconcebible que en aún haya personas que se expresen despectivamente de las mujeres.
Para Edith Castillo, socióloga del Centro de Estudios de Estado y Sociedad, “la marcha de las putas” exige y reclama a la sociedad una mirada distinta para ver las condiciones, las situaciones de vida y la discriminación contra las mujeres y trabajadoras sexuales. La marcha reclama mejores condiciones y respeto por los derechos que la mujer debe tener como “cualquier ciudadano: participar, organizarse y reivindicar cuando considere que sus derechos humanos son violados”, explicó Castillo.